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miércoles, 15 de agosto de 2012

No sé si será la sangre, pero amo a los míos.

Dicen que la sangre tira, y quizá sea verdad, solo sé que amo a mi familia y no sé qué haría sin ellos.

Cada día me levanto y veo la sonrisa de mi madre, la mujer que me trajo al mundo, la que más me quiere en este mundo y la que moriría por mi. Quizá nunca le he dicho lo mucho que la quiero, pero estoy segura de que ella lo sabe, y también sabe que daría todo por ella, que el día que ella me falte no podré ser feliz, que me faltará la mitad de mi corazón y que miraré las estrellas pensando en lo feas que son comparadas con la cara de mi madre.

Cada día me levanto con los consejos de mis hermanas, las que se preocupan por mí como si fuesen mis madres. Si suspendo, sus regaños me hacen estudiar; si sufro, sufren por mí, y si río, son felices porque ven a su hermana pequeña radiante de alegría. No sé por qué, ni tampoco cómo, pero con el paso de los años, se han convertido en el mayor apoyo que tengo, y ahora más, en esta época de cambios y dudas, en la que ellas se han convertido en mi gran apoyo, en el hombro en el que llorar cuando todo sale mal, cuando los amigos me fallan y los amores me engañan. En fin, que ellas son mis hermanas y no las cambiaría ni por todo el oro del mundo, porque son superiores a ello.

Cada día me levanto con las bromas de mis cuñados, algo más que bromas, porque son indispensables en mi día a día, me sacan miles de sonrisas en esos momentos depresivos y me hacen mirar adelante. Son algo más que cuñados, son hermanos mayores que llevan preocupándose por mí desde que me conocen. Debo agradecérselo día a día, pero mi orgullo no me lo permite. Aún así, se lo agradeceré con hechos, porque las palabras se las lleva el viento; les demostraré que me importan, no les defraudaré y haré que se sientan orgullosos de aquella pequeña a la que conocieron hace tiempo.

Cada día me levanto con el recuerdo de un padre tan grande que lo siento en lo más profundo de mi corazón. Hasta ahora no había hablado del tema, pero le quiero, le añoro y sé que dónde esté, él siente lo mismo que yo. Éramos inseparables, dos personas tan parecidas que compartían mucho más que una relación entre padre e hija. Sin embargo, debo poner en duda la justicia de Dios por haberse llevado lo que yo más quería en este mundo. Mi padre era mi vida, el verdadero hombre de mi vida, el que me amaba de verdad. Debo poner en duda la justicia de Dios porque mi padre era feliz a mi lado, porque no considero que yo me merezca tener que mirar una foto para recordar a mi padre. No me merezco tener que pasar sus cumpleaños en silencio, sin poder felicitarle, sin darle un beso, un abrazo... Sin poder ni siquiera escichar su voz. Daría todo por poder escuchar sus miles de tipos de risas...esa risa graciosa que tenía, aquella otra que era nerviosa, o la que tenía cuando había tensión... No me merezco sentirme hecha una mierda porque pienso que yo podría haber evitado la muerte de mi padre, porque quizá, si hubiese evitado que fumase, lo habría evitado...NO ME MEREZCO VIVIR SIN ÉL.

Por último, un mensaje a mi abuelo: TE QUIERO, ABUELO. TE QUIERO. Gracias por haberte comportado como un padre durante un año. En serio, te echo de menos. TE QUIERO.

Gracias a los lectores.

Te quiero, papá.

1 comentario:

  1. Cuando dicen que la sangre llama es porque llama. La família es algo que debe valorarse al máximo, y quien no lo haga...se arrepentirá profundamente cuando se de cuenta de su estúpido error. Y más todavía, si pierdes a una persona tan cercana sin haberla valorado...
    La família hay que apreciarla, valorarla, amarla y sobre todo: cuidarla.
    Es como un muro en nuestra vida, no seríamos nada sin ellos, sin sus momentos, sus sonrisas, bromas, cariños...yo no podría soportarlo.
    ¡Besos!

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